Tristeza, pérdida de interés, fatiga y dificultad para concentrarse son los síntomas que experimentan algunas personas con la llegada de esta estación
Tristeza, pérdida de interés, fatiga y dificultad para concentrarse son los síntomas que experimentan algunas personas con la llegada de esta estación. Te damos algunas claves para adaptarte a ella.
«La mayoría de la población nota algún efecto debido al cambio de las estaciones. Sin embargo, solo para un tercio de los que lo perciben supone un problema destacable. Estas personas padecen lo que se conoce como trastorno afectivo estacional», explica María José Collado Mateo, psicóloga e investigadora de la Universidad Complutense de Madrid, en España.
«Este efecto se caracteriza por un estado de ánimo más bajo, pero también por una pérdida de interés por las cosas que antes se disfrutaban, una disminución de las actividades sociales, fatiga, dificultades para concentrarse y cambios en el sueño y en el apetito», señala.
Collado indica también que «el trastorno afectivo estacional se asocia con la reducción de las horas de luz solar en otoño e invierno, con factores genéticos y con otros aspectos, como el mes de nacimiento».
De hecho, los investigadores Vincenzo Natale, Ana Adán y Jayanti Chotai, autores del estudio «La estación de nacimiento modula la estacionalidad del estado de ánimo en humanos» hallaron que, sobre la muestra que realizaron, compuesta por universitarios españoles e italianos nacidos en primavera y verano, se daba con mayor frecuencia este trastorno.
«Sin embargo, hay otras muchas razones por las que el otoño puede ser una época de especial desánimo para algunas personas, puesto que es cuando acaban las vacaciones para muchas de ellas y vuelven a la rutina y al trabajo. En cambio, en verano tendemos a pasar más tiempo al aire libre, dado que hay más horas de luz, que es más frecuente tener vacaciones y que la temperatura ambiental lo favorece», detalla Collado.
Según refleja la Asociación Americana de Psiquiatría, el trastorno afectivo estacional se ha relacionado con un desequilibrio bioquímico en el cerebro provocado por la disminución de las horas de luz en invierno.
«La melatonina, una hormona relacionada con el sueño, también se ha asociado con el trastorno afectivo estacional. Dicha hormona, que también tiene relación con la depresión, se produce en niveles más altos en la oscuridad. Así, cuando los días son más cortos y oscuros, se produce más melatonina», precisa esta entidad.
Los investigadores han demostrado que la luz brillante influye en la química del cerebro, aunque los medios exactos por los que los pacientes se ven afectados no se conocen todavía.
«Algunas evidencias sugieren que cuanto más lejos vive alguien del ecuador, más posibilidades tiene de desarrollar el trastorno afectivo estacional», matiza esta organización.